sábado, 20 de marzo de 2010

correo electrónico recibido de mis compañeros

Se nos cayeron muros, casas, y muchas cosas materiales a las que les
teníamos cariño, desaparecieron ante nuestros ojos sin que nada pudiéramos
hacer. Muchos perdimos seres queridos y de un momento a otro nos sentimos solos y
desamparados.

Tanta importancia que le damos a la tecnología y nos costó días poder llegar
a comunicarnos con zonas cercanas y lejanas. Volvimos a usar el lápiz y
muchos de nosotros nos recriminamos por no sabernos los números de teléfonos
y por no tener más baterías para comunicarnos.

Claramente no todos teníamos radios a pilas, velas y todo lo que se nos dice
que debemos tener en caso de estas situaciones. Muchos edificios no tenían
cargados los sistemas de luz de emergencia. Parecía que nunca íbamos a tener
que ocuparlos.

Muchos conocieron a sus vecinos, con nombre y todo, valoramos a los
conserjes y pasaron quizás por primera vez a ser seres importantes y
necesarios. Me pregunto cuántos de ellos habrán escuchado por vez primera
tantas "gracias".

Todo quedo a oscuras, todo quedo en silencio, como una invitación a mirar a
lo más profundo de nuestra alma. Cuantos se dieron cuenta quienes eran los
que amaban y descubrieron con sorpresa y tristeza que a lo mejor una
relación estaba irremediablemente rota.

Tuvimos miedo, pena, rabia, nos sentimos frágiles, pequeños y vulnerables.
Todo esto sólo nos lleva a concluir que en esos minutos fuimos más que nunca
verdaderamente humanos. Sin muletas, sin ataduras, sin dependencias. Desde
nosotros tenían y debían salir todas las soluciones. Poco de lo de afuera
nos servía.

La oscuridad nos hacia mirar sombras, bosquejos, nos invitaba a escuchar
latidos, ritmos respiratorios, abrazos, etc. El glamour no importaba, las
"fachas" y las ropas dejaron de importar. Perdimos pudores, nos volvimos
simples, sensitivos, empáticos y cariñosos.

Volvió el día y comenzamos a ver hacia afuera, todo lo cercano aparecía ante
nuestros ojos y lo lejano se nos hacia inalcanzable. Sabíamos poco, muy poco
de lo que pasaba.

Evaluábamos la realidad de acuerdo a lo que nos pasó a nosotros, nos faltaba
perspectiva. Había miedo, inseguridad, curiosidad. Ganas de movernos,
ansiedad por hacerlo.

No saber por donde empezar inundaba nuestras cabezas. Los más ansiosos,
empezaron de inmediato, los más calmados muy de a poco. Algo nos decía que
lo que había pasado era grave.
La radio, hermoso medio, nunca paró. Lo poco que sabíamos era por ellos.
Gente con temple y valentía que merece un premio por el coraje de dejar a
los suyos por el mandato de servir a otros traspasando sus propios miedos.
Mil gracias a todos ellos.

El terremoto, fue como un gran colador que mostró lo mejor y lo peor de
nosotros mismos.

Comenzaba el desafio de recuperar la sabiduría de los que no saben nada.

Apareció una crisis valórica que esté país hermoso tiene y que tendremos que
revisar cuando ya estemos en pie.

Los chilenos tenemos que aprender mucho de la solidaridad, de esa que no
tiene que ver con campañas, esa de todos los días.

Nos falta respetarnos más, tolerarnos más y aceptar que en la empatía esta
la verdadera solidaridad.

Entender que donar cosas no implica hacer un orden de la casa y sacar lo que
no nos sirve. El que haya llegado a la cruz roja un solo zapato en vez del
par, es francamente digno de análisis.

En una campaña solamente no se muestra nuestra capacidad para dar, eso es de
todos los días.
Aquí hubo saqueos con plata y sin plata. Ambos imperdonables y reflejo
perfecto de todo lo anterior. Tal vez esto muestra nuestra falta de
desarrollo espiritual y nuestro extremo apego a las cosas.
Se nos cayeron las máscaras y los muros, aparecieron nuestras lágrimas,
muchas veces expresadas en cuatro paredes. Aparecieron seres de luz haciendo
campañas, ollas comunes y gestos de solidaridad que sin duda generaron una
sonrisa en el rostro de DIOS.

El terremoto del alma es el más lento de sanar. No nos sirve para ello el
dinero, la tecnología y tantas otras cosas de las cuales nos apoyamos.

Todo nos sirve y nos ayuda pero tendremos que pararnos desde adentro para
que lo que construyamos afuera sea de una solidez que el próximo remezón no
sea capaz de botar.
Usemos el humor, la fe y los afectos, creo que con esto el camino se hará

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